El fetichismo del franquismo

La Real Academia Española define “fetichismo”, en una de esas definiciones recursivas que tanto debe excitar a los académicos, como “Culto de los fetiches”, y a “fetiche” como “Ídolo u objeto de culto al que se atribuyen poderes sobrenaturales, especialmente entre los pueblos primitivos”. Y, efectivamente, si creyésemos a Podemos a pies juntillas, el franquismo es sobrenatural en cuanto a su alcance: su espíritu místicamente trasciende la transición para cernirse sobre la política española y una mera calle con nombre de colaborador del régimen es el acabose.

Por supuesto, el discurso de Podemos está escrito en clave hiperbólica, pero aún así, el énfasis que se le da a los fantasmas del pasado es verdaderamente inusitado. Desde 2012 estoy suscrito a la lista de distribución de la Fundación Nacional Francisco Franco, por eso de estar expuesto a la variedad (la revista del ISIS también me resulta muy interesante). Y, aunque lo intentan y lo desean, no me da la impresión de que el franquismo sea una temible fuerza viva en la política española: les gustaría mucho ser la mano negra que todo lo controla que Podemos pinta.

En realidad, el mensaje de Podemos es más sutil, aunque con el grito el matiz se pierda: a pesar de saber que el franquismo ha llegado a su fin, su fondo es, por ponerlo en términos marxistas, que todavía quedan indicios de la superestructura del franquismo, como podrían ser el Concordato con la Santa Sede e incluso la propia monarquía. No obstante, partiendo de unos términos teóricos más o menos sólidos, llegan a ver toda la realidad política bajo las lentes del franquismo, y siempre desde el prejuicio de que lo que se origina en el franquismo está manchado, lo cual da lugar a una fijación en lo franquista que podemos calificar de desproporcionada y fetichista.

El fenómeno no se reduce a Podemos; por ejemplo, el otro día leía un panfleto exaltado intentando convencerme de que me uniera a la manifestación estudiantil, y me llamó en gran medida la atención el término “revalida franquista”, término que en el panfleto pretendía ser un argumento en contra por sí mismo. Por esa misma regla de tres, deberíamos abolir la Seguridad Social, también franquista, y prohibir las mascotas, porque Hitler tenía un perro.

Por otro lado, como ávido lector que soy, detecto además el esquema general del lobo malo que debe ser derrotado por un heroico cazador, pero para mí, como votante joven, la sombra del franquismo no puede cumplir eficazmente la función de lobo malo. Desde un punto de vista narrativo, la retórica de la casta era más tradicional y más simple, y tuvo un gran éxito, por lo cual me parece absurdo que sea sustituida por una narrativa de peor calidad. Entiendo que atacar el franquismo impide que un posible votante se sienta atacado, (no así con la narrativa de la casta), pero las pérdidas en lo que respecta a actualidad no se justifican.

En fin, Podemos me caía más simpático cuando su mensaje era de idealismo y esperanza, pero la coleta ha perdido su mensaje de paz y amor, si alguna vez lo tuvo. Ahora, con toda la ira y la saña y la rabia que veo, me recuerda la retórica de ayatolá Jomeini, que distinguía entre el Gran Satán, los Estados Unidos, y el pequeño Satán, que en ocasiones era Israel y en ocasiones la Unión Soviética.