En tanto que de rosa y azucena.

Tan solo en el contexto del poema de Garcilaso, en el que el “en tanto” cambia el sentido de todo el poema:

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.

toma este otro poema sentido pleno:

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le están mirando
y ella no puede mirarlas.

Así, en un mundo de barbies clonadas, el pelo verde choca. Y aunque últimamente lo segundo abunda, lo primero desborda. Sentado en el metro, miro caras, y muchas están subsumidas en el mismo ideal de rostro, son homogéneas. En mi antiguo instituto hay dos chicas que llevan maquillaje y parecen gemelas. En este caso son de hecho gemelas, de tal forma que la primera vez que me encontré a una, giré la cabeza y la volví a ver a varios metros, giré de nuevo, la vi otra vez en su posición original y pensé: sí que se mueve rápido.

Mi natural paranoia me lleva entonces a la suspicacia; ¿qué lleva a alguien a buscar ese efecto? ¿oculta algo? Esta persona, en fín, ¿qué quiere? ¿qué busca? ¿qué pretende?

Concluyo con: